Coricancha: Templo del sol de los incas

El Templo de Coricancha, también conocido como el Recinto de Oro, es una de las construcciones más emblemáticas del Imperio Inca y representa la grandeza y la riqueza de la civilización cuzqueña. Su reedificación y embellecimiento fueron iniciados por el Inca Pachacútec, quien tras sus primeras victorias y la consolidación de su poder, decidió transformar el Cuzco en un modelo de ciudad que sirviera de ejemplo a todo el imperio. El Coricancha no solo se destacó por su arquitectura, sino también por su importancia religiosa y cultural, siendo el centro de culto al Sol (Inti) y, posteriormente, al Ticsi Viracocha Pachayachachic, el ser supremo de los Incas.

Coricancha templo del sol
Coricancha

Historia del Coricancha:

Inspección y proyecto de Pachacútec

Tras las celebraciones de su triunfo, Pachacútec realizó una exhaustiva inspección del Cuzco y sus alrededores. Observó con detenimiento las construcciones humildes, las ciénagas, los manantiales y la escasez de canales de riego, notando especialmente la falta de esplendor del Templo del Sol. Convencido de que la ciudad debía reflejar la grandeza del imperio, decidió comenzar por reedificar el Coricancha, reuniendo a los principales orejones de Hurin y Hanan Cuzco para presentarles su proyecto, incluyendo trazos y maquetas de la obra.

Construcción y supervisión del templo

Antes de iniciar la obra, Pachacútec midió y trazó personalmente el templo, y se trasladó a las canteras de Salu, cinco leguas del Cuzco, para asegurar la calidad de las piedras y establecer las dimensiones exactas. Con la colaboración de los pueblos comarcanos, se reunió un gran número de obreros y se supervisó la obra de manera constante, logrando que el proyecto se completara en un breve lapso, según los cronistas.

Arquitectura y riqueza del Coricancha

El Coricancha se destacó por su impresionante combinación de piedra finamente labrada y metales preciosos. Aunque el tejado era humilde, el interior estaba adornado con oro y plata, incluyendo cene fas, planchas y fuentes de oro, así como estatuas de los Incas anteriores y deidades como el Sol, la Luna, Venus, el Trueno y el Arco Iris. Cieza y Garcilaso describen el templo como un recinto con más de cuatrocientos pasos, rodeado de murallas y patios interiores, donde cada aposento estaba dedicado a un astro o deidad específica.

Culto al Sol y al Ticsi Viracocha

El Coricancha fue inicialmente un centro de adoración al Sol, pero Pachacútec introdujo el culto al Ticsi Viracocha, representado con una imagen de oro macizo. Mientras el Sol era tratado como un pariente cercano, Viracocha recibía plegarias con profundo respeto, reflejando una religión jerárquica donde solo la élite sacerdotal tenía acceso a ciertos rituales. El pueblo común veneraba piedras o imágenes menores, como la famosa piedra de Cusipata, mientras que los altos sacerdotes y el Inca participaban en los rituales principales.

Rituales y sacrificios

El templo fue escenario de los sacrificios de la Capac Cocha, donde se ofrecían corderos, niños y otros elementos en honor al Sol y a Viracocha. Estas prácticas, si bien chocan con la mentalidad moderna, representaban un profundo sentimiento religioso y la búsqueda de armonía con las fuerzas naturales. Pachacútec organizaba las ceremonias, supervisaba la entrega de maíz, llamas y ofrendas, y guiaba los rituales, incluyendo la consagración del templo y la instrucción a los sacerdotes sobre la jerarquía de los dioses y el respeto a las fuerzas superiores.

Significado cultural y astronómico

Cada aposento del Coricancha tenía un significado astronómico y simbólico: la casa de la Luna estaba adornada de plata, la de Venus con estrellas pintadas en el techo, la del Relámpago o Illapa representaba el trueno, y la del Arco Iris estaba decorada con los colores del arco iris. Estos espacios reflejaban la cosmovisión inca, donde los astros y fenómenos naturales eran venerados y conectados con la vida cotidiana y el poder del Inca.

Conclusión

El Templo de Coricancha es una muestra excepcional de la ingeniería, arquitectura y espiritualidad Inca. Su construcción, supervisada por Pachacútec, reflejó la riqueza del imperio, la jerarquía de los cultos religiosos y la sofisticación de la civilización andina. Más allá de su valor material, el Coricancha simboliza la visión del Inca de un mundo ordenado, donde el poder, la religión y la cultura convergen en un espacio sagrado que sigue siendo admirado siglos después por su esplendor y significado histórico.

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